Qué estamos ganándole la guerra a las Farc, parece ser una verdad de a puño que ya muy pocos cuestionan, qué el gobierno al trasladar a los 14 paramilitares a Estados Unidos dio un mensaje claro que con él no se juega parece ser entendido, aunque muchos pensemos que con el traslado la historia del narcoparamilitarismo quedó en mitad del camino, como todo en el país; qué con la farcpolítica se inicia otro episodio igual de doloroso que el anterior, que por lo mismo era necesario iniciarlo e impedir que cualquier fuerza terrorista altere los resultados electorales futuros y malinterprete el querer del electorado.
Las anteriores son axiomas de la vida actual colombiana, refleja preocupaciones y reflexiones sobre lo que el país debe hacer en busca del camino correcto. Pero, en todo este debate nacional existen temas que se tocan de manera esporádica, que tienen titulares de prensa en momentos determinados pero que por lo voluminoso de las otras noticias pronto son opacados y olvidados por una sociedad hipnotizada y muchas veces manipulada por los poderosos de siempre. Es por ello que hoy debemos resaltar una guerra que tiene nuestra sociedad, no con terroristas de alto reconocimiento, pero que son igual de peligrosos por que estos están atentando contra lo más importante que tiene una sociedad, !su futuro¡, una guerra interna que busca enfrentar los sentimientos más antagónicos del ser humano, su amor por los inocentes, por los enanos que muy pronto serán grandes y nuestro canibalismo innato que busca demostrar su supremacía sobre los otros. Me refiero al constante azote que viven muchos menores de edad en nuestra patria, cuántas leyes hemos redactado aumentando las penas para castigar a los adultos que abusan sexualmente de nuestros niños, como hemos cambiado el código del menor buscando crear una sociedad que proteja a su futuro y demuestre de manera clara que así como las peores fieras de las naturaleza dan su vida por sus crías, nuestra raza, la humana se identifica con ellos a la hora de proteger nuestra infancia, pero esta guerra, a la hora de ver las cifras parece que la estamos perdiendo, Risaralda, según el ICBF, presentó la triste cifra de 190 niños abusados sexualmente, 23 casos de prostitución infantil y 16 dedicados a la mendicidad, explotados por un adulto, en el año 2.007; cifras que se consolidan en lo corrido del 2.008, 55 niños abusados sexualmente a abril demuestran que la guerra la estamos tristemente perdiendo.
Si los grandes sádicos de la actualidad presentan abusos de infancia, qué clase de sociedad estamos construyendo, qué amor le podemos exigir a nuestra futura generación por el país, cuando ellos sienten que esta sociedad ha sido indolente con ellos. Por ello, más que endurecer las penas, a lo cual no me opongo, debemos exigirle a nuestras autoridades que judicialicen a estos antihumanos, que actúen de manera pronta para capacitar a nuestra sociedad frente a los nuevos peligros que vivimos, que nuestros niños sientan la presencia de una sociedad que los trajo a este mundo para que con sus gracias y encantos contribuyan a humanizarla y nos devuelva cierto grado de inocencia que la guerra absurda que vivimos nos a hecho perder. Por ello convoco a toda la sociedad, pero más a sus instituciones para que continuemos la guerra más importante que debemos dar, la de demostrar que, como sociedad racional tenemos el derecho de continuar existiendo en el planeta, por que estamos dejando un legado de respeto y coexistencia con nosotros mismos; de lo contrario en el futuro, la sociedad que nos haya superado a la hora de su análisis dirá que existió una cultura indolente, a patria, que se autodestruyo por que no conservó su mejor legado, su juventud y su fuerza.
Juan Carlos Valencia Montoya
Juan Carlos Valencia Montoya