El Congreso de la República cada periodo legislativo intenta reformar las costumbres políticas del país en la búsqueda de una cultura donde el voto se de a conciencia y no como una prebenda individual, contrario a lo que muchos augureros pregonan el Congreso se ha dado la pela en diversas iniciativas, varias de ellas impulsadas por una opinión pública que cada vez tiene más protagonismo y exigen como se decía en el viejo adagio romano “la mujer del cesar no solo debe ser pulcra sino aparentar serlo también”. Reformas que en ocasiones dejan al sector legislativo maniatado y que a juicio de muchos de nosotros no da igualdad en los poderes y por ende genera una dependencia frente al poder ejecutivo e incluso en ocasiones de intimidación al poder judicial. El equilibrio de los poderes garantiza el ejercicio pleno de nuestro sistema democrático y garantiza que los pesos y contrapesos mantengan el equilibrio en la búsqueda de la igualdad frente a la vida.
Claro está también, nuestro Congreso como todo sistema es reacio al cambio, le tiene miedo a lo desconocido y le encanta el status quo, por ello toda reforma trae contrarreformas y regreso a los viejos sistemas donde el voto era amarrado y el apoyo supedito a auxilios parlamentarios, por ello hemos sentido en los últimos días intentos de eliminar la fuerza de las bancadas como mecanismo para debilitar los partidos políticos y, aunque de boca hacia fuera muestren su impulso a la misma, la presentación de iniciativas como el transfuguismo político que permite cambiar de partidos por dos meses después de aprobada la reforma demuestra que para algunos el partido político es un boleto de avión para alcanzar sus objetivos y no una guía de ruta para conducir al país; iniciativas nacidas en el Senado que permitía el “sancocho electoral”; para volver a las viejas practicas y facilitar las alianzas por encima de los partidos significa que aun hay francotiradores del sistema anterior listos a apostarle el derrumbamiento de todo lo alcanzado, claro lo anterior acompañado del referendo reeleccionista que vuelve los gobiernos democráticos en ejercicio permanente de la acción electoral, no dejando tiempo para planear y ni tranquilidad para la toma de decisiones.
El país no puede cambiar su ruta y mantener actualizado su sistema electoral, si en realidad, que aún lo dudo, una gran parte de nuestra población está interesado en la perpetuación del poder en cabeza de un hombre, que a mi humilde juicio lo que empotra es una dictadura democrática; pues debemos empezar a hablar del transito del sistema presidencial nuestro a una sistema parlamentario como ocurre en España o Inglaterra para citar dos ejemplo conocidos y donde de cierta forma se garantiza la independencia de los poderes, igual si reconocemos, sin ambigüedad ni doble moral, que los alcaldes y gobernadores, como el presidente, hacen política hasta el ultimo día de su ejercicio pues permitamos la discusión de su reelección con reglas claras al tiempo que le permitamos a todos los actores políticos del país, concejales, diputados y congresistas que puedan aspirar a los diferentes cargos sin importar el cruce de periodos y sin necesidad de renunciar a sus curules hasta tanto no inicie el nuevo periodo para el cual fueron elegidos como ocurre en democracias como la estadounidense.
Las anteriores ideas quedan planteadas para futuros debates cuando el ambiente reeleccionista regrese a su justa realidad, siempre van a ver reformas, algunos buscando regresar al pasado, otros apostándole a una democracia donde el elector decida con base en su futuro y no dependiendo del subsidio del presente.
Juan Carlos Valencia Montoya
Representante a la Cámara