Pereira lleva más de diez meses siendo la campeona del desempleo en el país, mientras la tasa nacional de desempleo es de 12.8%, Barranquilla con la menor tasa llega al 9.2% y nuestra comarca llega en el mes de marzo a 21.4%; sin que hasta la fecha ninguna política gubernamental logre el objetivo de bajarla Podemos arremeter contra el Alcalde, a quien su tierra de oportunidades no ha logrado más que enseñarle otra forma de conocer el mundo. O, podría decir que es culpa del Gobernador por su no compartida política “asistencialista”, la cual no le ha dejado los empleo productivo esperados. Bien podría, en época electoral, arremeter contra el Gobierno Nacional, quien a parte de promover empleos de corto plazo y mala calidad, de “pala y pica”, no ha impulsado ninguna cadena productiva en Risaralda. Pero no, hoy la ciudad más que un mar de criticas lo que exige son propuestas que busquen quebrarle el espinazo a este flagelo que empieza a convertirse en un mal estructural de la ciudad otrora símbolo de prosperidad.
Hoy, permítanme hacer una diatriba a cerca de las fallas de las soluciones aplicadas al problema y que por tanto no han tenido la respuesta esperada. Primero, no podemos subestimar el problema con la sencilla explicación que es un efecto de la merma de remesas producto del desempleo reinante en otras latitudes; ello puede ser cierto en parte, pero nuestros conciudadanos no eligen a sus gobernantes para que como viejos brujos expliquen todo como un mal exógeno del sistema el cual no tiene forma de solucionar “desde adentro”. Esa respuesta, como aquella que indica que el desempleo no es “afecta” a los pereiranos, sino que obedece a “inmigrantes” temporales de otras ciudades que vienen a buscar empleo en la nuestra y que por tanto no es nuestra responsabilidad, es la excusa perfecta para ocultar la incapacidad para dar respuesta a la misma y olvida que Pereira es el “centro del centro” y ello trae implícito oportunidades y amenazas que la región debe afrontar y solucionar.
Adicionalmente hemos pasado de una posición activa a una pasiva, siempre dependemos de las respuestas del gobierno nacional, cuando él, de por sí es muy lento. El esperar que otros hagan lo que no somos capaces de hacer es sencillamente entregar la autonomía local al poder central y es indicar que nuestras luchas de “autonomía territorial” son vanas. La región debe recuperar su liderazgo invitando a todos los actores a actuar en concordancia. La función de un líder es rodearse de todos los que pueden influir positivamente en la transformación de la realidad y aquí interviene la empresa privada.
No podemos confiar en que el viejo modelo de “intervencionismo” volverá; que el Estado, “automáticamente” resolverá el problema, porque es negar que en gran medida el sector privado tiene su responsabilidad. Nuestros empresarios también son culpables, porque siendo dependientes de la política de rebajas o exenciones tributarias no son capaces de motivar el consumo interno con productos de la región; no despiertan de su letargo y se siguen quejando cuando hay multiplicidad de estrategias productivas en la región a través de alianzas con departamentos cercanos, que pueden generar procesos de encadenamiento económico en pro de un mejor empleo y salir a la defensa de la disminución de oportunidades en la ciudad. Una clase empresarial proactiva, que sea parte de la solución, es lo que debe tener nuestra ciudad.
Vale hacer notar que en materia de producción el Departamento de Risaralda ha retrocedido en las últimas dos décadas pasando del 4% al 1.5% del Producto Interno Bruto, PIB, a nivel Nacional, lo cual refuerza la idea de que las causas del problema son mucho más graves y profundas de lo que dicen los diagnósticos oficiales.
En conclusión, la ciudad no empieza avizorar la mejora en su realidad de desempleo, sino entiende que la solución no viene de emisarios lejanos, sino de un gran análisis interno y la implementación concertada de propuestas innovadoras que involucren a todos sus actores.