miércoles, 4 de noviembre de 2009

Los monstruos que atacan a Colombia, ¿hacia dónde vamos?

El resquebrajamiento de la institucionalidad como resultado de la alteración del régimen presidencial que pasó de cuatro a ocho años y ahora amenaza con doce sin que se hallan realizado cambios en los demás órganos institucionales contemplados en nuestra constitución, desequilibrando lo que tantas veces hemos denominado “los pesos y contrapesos de nuestra democracia”, se ha empezado a reflejar en un agudizamiento del denominado choque de trenes, y ha hecho metástasis en el llamado que la última semana hizo una de las cortes a la Corte Penal Internacional, frente a lo que denominó “El archivo de la parapolitica en el país”.
Todo ello, acompañado de una nueva teoría política en Colombia donde surge un Estado de Opinión, el cual, según sus padres ideológicos está por encima del Estado Social de Derecho que rige nuestra constitución, frente a sus creadores, este Frankenstein nace de la necesidad de anteponer la opinión pública a la ley, dado que según autoridades reconocidas, el referendo va a morir por falta de tiempo y por ende, debemos saltarnos la constitucionalidad para evitar que “un Gobierno de manos blanditas asuma el poder”.
Estado de opinión es según sus creadores, un Gobierno donde las mayorías se imponen por encima de los demás, porque su calidad de minorías no les da derecho a opinar o participar, principio fundamental sobre el cual se rigen las dictaduras en el mundo, pero además, muestran su mayoría no en procesos democráticos sino en encuestas. Yo quisiera ver en el Gobierno un manejo de decisiones con base en encuestas; que este ejercicio se hiciera preguntándole al pueblo colombiano si es conveniente rebajar los impuestos en Colombia, o por el contrario aumentarlos, de manera que con este estado de opinión se manejaran las finanzas públicas del país. Estos vacíos que está dejando la reelección cada vez son más profundos, sino resolvemos prontamente los periodos de nuestros ejecutivos, ni afrontamos los equilibrios de poderes, y tampoco permitimos que todos los partidos salgan con reglas claras a participar de la vida pública, nos vamos a encontrar con otros monstruos, como el anterior, impulsado por uribistas que defienden sus intereses, más no los del país.
Una Corte Suprema de Justicia que rechaza la terna para elegir fiscal, un Presidente que se queda en su razón para no mostrar sinónimo de debilidad, unas Cortes que mediante tutela se tumban sus sentencias, un país descuadernado que no sabe a quien creerle, unos cortesanos proponiendo bajar censo electoral para facilitar el referendo reeleccionista, unos candidatos con ganas de ser jefes pero que no se atreven a saltar al atril de la plaza pública, por no aparecer en competencia con el candidato que no anuncia su aspiración y una Corte Penal Internacional que entró en vigencia para Colombia y que está ávida de reclamar respeto a los órganos de justicia, son criaturas nocivas para la democracia y perversas para el pueblo.

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